El futuro ya no existía. Todo formaba parte del pasado y ahí iba a quedarse».
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e invento la vida de esa gente que se marcha, que llega, intento imaginar de dónde vienen, a dónde se van, siempre me ha gustado eso, inventarme la vida de desconocidos con quienes apenas me he cruzado
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rdido; a mi alrededor algunos lo presienten y lo dicen, los adultos lo repiten, pero yo no los escucho, sus palabras me resbalan, como el agua por las plumas de un pato, soy un idiota, un idiota sin preocupaciones.
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los inviernos son suaves y lluviosos, no siempre hay verano. Por muy lejos que se remonte mi memoria, la grisura lo domina todo; la humedad
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Así, pues, soy de una época pretérita, de una ciudad moribunda, de un pasado sin gloria. Que nadie se llame a engaño: eso no me entristece. Es así. Yo no elegí nada. Como todo el mundo. Lo sobrellevo.
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Hoy, a ese muchacho de diecisiete años le daría una bofetada, no por sus buenos resultados, sino porque tan solo procura complacer a sus jueces.
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No albergo ninguna ambición, no me domina ningún odio, ni siquiera conozco el tedio.
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. Entre nosotros, una frontera infranqueable. Tal vez desprecio. Al menos, desdén.
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Afirmaba que la salvación procedía de los estudios, que solo los estudios permitían «subir al ascensor». Quería que yo fuera a una gran escuela, nada más. Obedecí. Igual que con las gafas. A la fuerza.