Me he sentado también yo con espanto junto a mis hijos cuando escriben en sus redes sociales, con sus manos maltratan mi hipersensibilidad lingüística y humildemente deduzco mi impotencia para hacer frente al desorden: por qué no acentúan, por qué no puntúan, por qué garabatean el teclado alocadamente, por qué no leen más, por qué no piensan mejor, por qué no hacen lo que deben hacer y como debe hacerse.