Marc Marie

La extrañeza de dormir por primera vez con un hombre. Pertenezco sin duda a la primera generación de mujeres que conocen más la sorpresa renovada de las camas aleatorias que la costumbre del lecho conyugal

los despojos de una fiesta ya remota. Reencontrarlos a la luz del día, era volver a sentir el tiempo.

Fue en el cuarto de baño de aquella habitación donde me mostré por primera vez con el cráneo calvo. Estábamos

aún no me había dado cuenta.

Vi muchas fotos de mujeres rapadas a la Liberación. Hasta un día se me pidió que comentara algunas y había aceptado, pero el proyecto no se llevó a cabo por problemas de financiación. Me resultaba extraño parecerme a ellas ahora.

Había perdido

el cabello en dos semanas. Una noche, mis pelos parecieron transformarse en alfileres pinchados en la piel tirante de mi cráneo

Que se parece a Annie Lennox, que está actuando en esos momentos en Bruselas y cuyos carteles florecen un poco por todas partes. Su pelo todo nuevo después de la quimio, me gusta acariciarlo, es una pelusa muy suave, un segundo nacimiento

de lavado, el forro, el refuerzo de las medias. Han sido tiradas ahí por la urgencia del deseo, aun a riesgo de estropearlas, de mancharlas, sin preocupación por su valor material: no valer nada en el momento. Han cumplido su papel de seducción, y se anticipan al que será el suyo algún día, servir de trapo para lustrar muebles y zapatos

El dolor de la foto. Acaba de querer otra cosa que la que está ahí. Significado apasionado de la foto. Un agujero por el que se percibe la luz fija del tiempo, de la nada. Toda foto es metafísica.

Se cuenta en el Evangelio según san Juan que María Magdalena, que había ido a ver a Cristo después de su muerte, encontró la tumba vacía. Solo quedaban los lienzos en los que se había envuelto el cuerpo, en el suelo, y el sudario que se había puesto sobre la cabeza de Jesús non cum linteaminibus positum

Tener que destruirlo separando y recogiendo cada una de nuestras cosas me encogía el corazón

La tentación de lo trágico a la que parece sometido el individuo socializado se ve sustituida por el entusiasmo infantil de habernos encontrado.