Como método, como forma simbólica de interpretar la realidad, la ciencia obra por medio de abstracciones de largo alcance hechas para sus particulares propósitos. Los simbolismos de la ciencia, al igual que los de cualquier otra región de la experiencia humana, son construcciones ideales condicionadas por la comunidad de forma subjetiva. Pero en la medida en que estas estructuras formales carecen de una conexión directa con los sentidos, parecen ajenas a la experiencia común. Y este simbolismo, aun cuando ayuda a los científicos a expresarse con mayor claridad y brevedad, tiene la desventaja de erigir una serie de lenguajes particulares o jergas que apartan a la ciencia, efectivamente y a veces de un modo deliberado, del hombre ordinario. Es en este sentido que, según Steiner, el mundo de las palabras se ha encogido y que “es imposible parafrasear los conceptos de la ciencia moderna”.