Susan Elizabeth Phillips

—No voy a enamorarme de ti, cariño. No ocurrirá. Me importas, pero no te amo.

que cada ser vivo era parte de los demás, que todo era parte de Dios, que estaban unidos por el amor, puestos sobre la tierra para cuidar unos de otros. Sin miedo, enfermedad o muerte. No existía nada salvo el amor.

Había muchas cosas malas en el mundo, pero este lugar... este lugar era sagrado.

cuando la gente la miraba demasiado tiempo, se sentía como un patito feo.

—Si dices una palabra más, cogeré uno de esos látigos que tanto te preocupan y veremos si puedo hacer alguna de esas cosas pervertidas que mencionabas.

—Eso no tiene ningún sentido, y tú lo sabes. Te dije desde el principio cómo iban a ser las cosas. No te respeto, ni siquiera me gustas, y te aseguro que no tengo ni la más mínima intención de jugar a las casitas.

—Deberías haberme creído —susurró cuando él terminó.

Alex dio un paso atrás con los ojos llenos de preocupación.

—Si no lo tienes, ¿por qué te has enfrentado a mí?

—Porque quería que confiaras en mí. No soy una ladrona.

—No deberías desafiar a alguien que no tiene nada que perder.

Su pequeña boca tenía un gesto de tristeza y Alex pensó que nunca había estado en presencia de alguien que estuviera tan a punto de quebrarse.

Alex notó un extraño sentimiento de ternura en su interior.