Una noche, muy tarde, Elhanan pidió una taza de té caliente, se aclaró la garganta e invitó a Malkiel y a Tamar a sentarse al borde de la cama.
—Ocurre con frecuencia —empezó entre dos sorbos— que un hombre hable sin hacerse entender. Pero ¡imaginad que un hombre pudiera hacerse entender sin hablar! Me gustaría ser ese hombre.
Sin consultarse, Tamar y Malkiel lo besaron en la frente.