Richard Sibbes

el Padre Le da una comisión a Cristo, el Espíritu Lo equipa y Lo santifica para cumplirla y Cristo mismo ejerce el oficio de Mediador.

Después de la conversión, necesitamos ser cascados para que las cañas sepan que son cañas, no robles. Incluso las cañas necesitamos ser cascadas debido a los remanentes del orgullo que hay en nuestra naturaleza y para hacernos ver que vivimos por misericordia. Esa cascadura puede ayudar a los cristianos más débiles a no desanimarse en demasía al ver a los que son más fuertes agitados y cascados. Pedro fue cascado de esta manera cuando llegó a llorar amargamente

cuando Dios nos ejercita cascándonos una y otra vez.

es sencillo llevar a un hombre de la naturaleza a la gracia y de la gracia a la gloria, pues nuestros corazones son muy rígidos y obstinados.

Derramó lágrimas por los que derramaron Su sangre y ahora hace intercesión en el cielo por los cristianos débiles, interponiéndose entre ellos y la ira de Dios.

El León de la tribu de Judá solo despedazará a los que dicen «No queremos que éste reine sobre nosotros»

1. ¿Qué debemos aprender de esto sino a «acercarnos confiadamente al trono de la gracia» (Hebreos 4:16) en todas nuestras tristezas? ¿Nos desanimarán nuestros pecados, sabiendo que Él está allí para los pecadores?» ¿Estás cascado? Ten confianza, te llama. No escondas tus heridas, ábrelas todas ante Él y no sigas el consejo de Satanás. Acude a Cristo, aunque sea temblando como la pobre mujer que dijo: «Si tocare solamente su manto» (Mateo 9:21). Seremos sanados y recibiremos una respuesta clemente. Acudamos confiadamente a Dios en nuestra carne; Él es carne de nuestra carne y hueso de nuestro hueso para que podamos ir confiadamente a Él.

Qué debemos aprender de esto sino a «acercarnos confiadamente al trono de la gracia» (Hebreos 4:16) en todas nuestras tristezas? ¿Nos desanimarán nuestros pecados, sabiendo que Él está allí para los pecadores?» ¿Estás cascado? Ten confianza, te llama. No escondas tus heridas, ábrelas todas ante Él y no sigas el consejo de Satanás. Acude a Cristo, aunque sea temblando como la pobre mujer que dijo: «Si tocare solamente su manto

Cristo ha sido tan misericordioso como para no quebrarme, no me quebraré a mí mismo con la desesperación ni me entregaré al león rugiente, Satanás, para que me despedace».

Cristo Se inclina con más misericordia hacia el más débil. De igual forma, dota a las cosas más débiles del instinto de apoyarse en algo más fuerte como sostén.