Travis Baldree

—Porque las cosas no tienen por qué seguir siendo siempre como eran en un principio.

Si uno vive lo suficiente, se da cuenta de que hay personas que son capaces de resolver un problema si se le dan las herramientas adecuadas. Y yo nunca me lo pensaré dos veces a la hora de contratar a alguien así

—Sinceramente —dijo Viv—, si algo he aprendido en esta vida es que, si una bestia no está todavía enfadada, no hay que provocarla.

—Porque las cosas no tienen por qué seguir siendo siempre como eran en un principio.

Realmente, no sé lo que estoy haciendo. —Señaló con el pulgar hacia la gran espada de la pared—. Esto es lo único que sé hacer, lo único que siempre he sabido hacer. Pero ahora quiero hacer otra cosa. Quiero ser otra cosa. Todo lo que he dicho ha sido una estupidez. Yo, mejor que nadie, debería saber que no hay que dar nada por sentado basándose en la especie a la que pertenece uno.

—Supongo que tienes razón.
Tandri esbozó una sonrisilla que parecía de satisfacción.
—Suelo tenerla. Eso es algo que acabarás aceptando.

—No, no te estoy lanzando ninguna indirecta, dulzura. Mientras no me pidas que invente nada, todo irá bien. Encantada de conocerte. Me fascina tu estilo.
La gnoma señaló con sus diminutos dedos el suéter de Tandri.
—Gallina prefiere los…, eh…, baños de sangre que ponerse a inventar —señaló Viv.
—Pues sí, me gustan los cuchillos —aseguró Gallina, que sacó uno de la nada para cortarse las uñas.

Respeto a la gente que se ensucia las manos para conseguir sus objetivos. Eso es trabajo, sin más. No, se requiere algo especial para ser un verdadero gilipollas, y creo que ella y yo compartimos la misma opinión.

—Hummm. Bueno, la gente tiende a no fijarse en lo que tiene delante hasta que se estampan contra ello.
Viv estuvo a punto de contestar con una ocurrencia, pero algo en la expresión de Tandri hizo que se lo pensara mejor.

Viv sostuvo la espada con ambas manos y la cabeza gacha.
Había renegado de su vida anterior, había cruzado un puente que la había llevado a una tierra nueva y ahora se encontraba arrodillada entre sus ruinas.
Este puente ardía tras ella, sumiéndola en la desolación.
Arrojó la espada a las cenizas y tomó el único camino que le quedaba.