Igual que los adultos, los niños se sienten perfectamente cómodos cuando las decisiones, a ser posible, son internamente coherentes. Pero esto presupone, ante todo, que los padres tengan muy claro cuáles son los valores sobre los que quieren fundar su familia. Somos en parte conscientes de nuestros valores y en parte no lo somos. Los formulamos raras veces, pero los expresamos continuamente con nuestras palabras y nuestras acciones