Luis Felipe Fabre

Círculos concéntricos: arrojando

una piedra al agua se pierde una piedra

pero se obtiene un mandala.

pecando hasta alcanzar la inocencia de las bestias.

el metálico botín contagiándose de la temperatura
de lo vivo,

allí donde otras entibian crucifijos o medallas.

quiero darme en prenda a cambio de nada

Véase
en el oleaje de la hierba lo invisible: el viento.

los prendados de la quemadura.

Dormía el prior. Los hermanos dormían. Dormían los frailes todos entregados a las profundas tinieblas de un sueño sin imágenes. Podría pensarse de aquel sueño que no era sino la continuación de las pobrezas, renuncias y austeridades de la vigilia tan propias del Carmelo Reformado, aunque muy errado anduviera quien aquello afirmase.

Siempre es así: siempre son los hombres usurpando las labores de Dios y del demonio

Y que allí donde no encuentre mi lengua sentencia ni palabra valga el dedo de argumento. Que hable el dedo. Que comunique con la frescura de su carne lo imposible de la diligencia. Que clame que traer el cuerpo todo hubiera sido un despropósito pudriéndose en el camino. Que explique la parte la ausencia del resto. Que con el dedo se entretenga doña Ana. Que le sirva el dedo de consuelo mientras se secan esos huesos y se curten del fraile los pellejos. Que sea este dedo mi lengua y amenamente hable.

«Yo, que he visto a mi señor con el ojo de mi corazón, le pregunté quién eres tú y él me respondió: tú»