En la noche de nuestra vida, por muy feliz o dolorosa que sea, medimos la oportunidad que se nos ha dado. Hemos sido simultáneamente heridos y realizados. Muchas de nuestras oraciones no fueron escuchadas; otras, que no habíamos formulado, fueron contestadas cien veces. Pasamos por pesadillas y recibimos tesoros. La existencia puede haber sido tan cruel como embriagadora y opulenta.
La única palabra que debemos decir cada mañana, en reconocimiento del regalo que se nos ha dado, es: Gracias.
No se nos debía nada.
Gracias por ese regalo insensato.