Marcela Villegas

La compasión más auténtica es la de los desconocidos.

Un día despedí el sentido del humor de mi mamá, otro, su buena memoria, otro más, su control sobre lo cotidiano. Hoy, que estoy enterrando su independencia, siento que he parido una hija vieja que me entrega no una enfermera sino el neurólogo. Y he de cuidarla y no verla crecer, sino encogerse o diluirse.

cuando uno siente que va a perder el control de la situación, para, y hace lo que tiene que hacer.

la conversación con los que amamos, las palabras contienen sentimientos, recuerdos, resquemores. Casi nada de lo que se dice es inocente.

Duele la conciencia de que se va olvidando de mí como de la posición de los objetos en la casa o el listado de las tareas del día.

¿Cómo no mentir cuando la verdad es inútil?

Entre tanto, ella pierde el juicio pero no la voluntad. La memoria pero no los sentimientos ni los deseos. Yo no quiero ni puedo imponerme a su humanidad intacta.

Los huesos son bitácoras que hablan de los ancestros, del hambre y de los golpes. De la enfermedad o de la dicha y la riqueza.

a lo largo de la historia casi siempre han sido las mujeres las encargadas de lavar y amortajar a los muertos. “Nos traen al mundo y nos despiden...

Estoy perdiendo la capacidad de recordar, pero los recuerdos me visitan vivos y vuelvo a sentirlos como si los sucesos ocurrieran ahora.