Camino entre el bullicio de la calle sin cruzar en rojo, yo puedo andar sin ser consciente, medio adormilado, en el umbral de la conciencia, en una especie de inspiración subterránea, la imagen de cada una de las balas que he comprimido ese día se va apagando suavemente, tiernamente, dentro de mí, tengo la sensación física de ser, yo también, un paquete de libros prensados, de que en mi interior arde una pequeña llama como la de un calentador o de una nevera de gas, una lucecita que nunca se apaga, un fuego que alimento diariamente con el aceite de los pensamientos, de las ideas que a pesar de mí mismo leo en los libros mientras trabajo y que ahora me llevo a casa en la cartera.