Bridget Collins

—¿Por qué debería ser Alta quien consiga escapar? Queríais que él la rescatara. ¿Por qué no puede rescatarme a mí? Puedo irme y ser su secretario...

—Quieres decir su puta —dijo mi padre.

Si lo hacéis caerá una maldición sobre vosotros —dije, y en la repentina quietud fue como si otra voz hablara bajo la mía—. Si matáis con fuego, bajo el fuego pereceréis. Si nos quemáis por odio, vosotros arderéis. —Nadie respondió ni se movió—. Si hacéis esto, la sangre y las cenizas mancharán vuestra alma. Todo lo que toquéis se marchitará y fenecerá. Todos a los que toquéis enfermarán, enloquecerán o morirán.

—¿Qué debería haber hecho?

—Dejar que sufriera. ¡Obligarla a vivir con ello! Recordar forma parte del castigo. Si haces maldades…

—Eres un cabrón calculador y arrogante. Lo planeaste todo.

—Oye —dijo—, no es arrogancia si tienes razón.

—La diferencia entre la victoria y el fracaso puede ser una simple palabra mal dicha. Presta atención, imbécil.

—La diferencia entre la victoria y el fracaso puede ser una simple palabra mal dicha. Presta atención, imbécil.