Levanté la mirada y ahí estaba él: Nick. Vestido con camisa y pantalones de vestir, con su pelo oscuro ligeramente despeinado y sus ojos celestes brillando con una emoción contenida, misteriosa, y al mismo tiempo rebosante de felicidad.
- ¡Oh, Dios mío!-grité llevándome las manos a la boca. Una sonrisa apareció en su rostro, mí sonrisa. Salté a sus brazos un segundo después. - ¡Has venido!-le grité en la oreja, apretujándolo contra mí, sintiendo su olor, sintiéndome entera otra vez.