Esta recopilación cuidadosa y prolija de pensamientos no es solamente un conjunto de ideas de un simple hombre notable, de un canciller de mente extraordinaria y lúcida, de un humorista excelso, de un político probo y un cubano de pura cepa, es además, la esencia misma de un personaje que ha puesto a Cuba en lo más alto con honradez e intelecto, un ser humano que, dicho con sus propias palabras, tuvo la dicha de «arribar a la cincuentena, con el corazón sin canas, la mente sin arrugas y el carácter sin papada», y con la “absoluta certeza” de que nunca se sentiría viejo, porque en su fructífera vida «prefirió siempre la aurora al crepúsculo y la flecha al cangrejo”.