Lo que más llamaba la atención del plato de Claire era el vacío inconmensurable. Ya sé que en los restaurantes selectos siempre se prima la calidad sobre la cantidad, pero hay vacíos y vacíos. Allí el vacío, la parte del plato en que no había nada de comida, rozaba la paradoja.
Era como si el plato vacío te estuviera retando a hacer algún comentario al respecto, a ir a la cocina a pedir explicaciones. «¡A que no te atreves!», decía, y se reía en tu cara.