Porque hay placer hay dolor, porque hay ganancia hay perdida, porque hay victoria hay derrota, porque hay halago hay insulto. Los maestros de Oriente declaran que ellos no dicen que no haya placer, pero que por ello mismo hay sufrimiento. Lo que resulta verdaderamente poco digno de la mente humana, incluso miserable, es que, habiendo tanto sufrimiento inevitable, añadamos, por la insanía de nuestra mente, mucho más sufrimiento, que podríamos evitar, a nosotros mismos y a los demás. Como dice el antiguo adagio: «Si quieres ver un hombre verdaderamene necio, mírate al espejo». Me miro a menudo, solo con el afán de seguir viendo mi necedad y reencontrar nuevos alientos para irla superando. Si ahora que ya tengo setenta años no me tomo un real interés y esfuerzo en el o, ¿para cuándo lo voy a dejar? El místico poeta Kabir de Benarés les dijo a sus discípulos: «Miradme a mí, soy un esclavo de mi propia intensidad». El despertar de la consciencia no puede postergarse un día tras otro. Pero también consuela saber que un místico sufí les dijo a sus discípulos:
«Porque soy débil, comprendo vuestra debilidad». De todos modos, siempre creemos que hay mucho tiempo y un día, perplejos, descubriremos que no es así. Por tanto, como aprendizaje a llevar a cabo, que sepamos que cada momento cuenta y puede tener su propio relieve, que podemos darle un sentido a la vida, aunque sea un sinsentido o un despropósito, el cual podemos tratar de vivirlo con mayor compasión, consciencia, lucidez y nobleza. Como dijo el maestro zen: «Si no comprendes el sinsentido, tampoco podrás encontrar el sentido».