Esto, al menos en opinión del autor, elimina toda teoría de que el asesinato fuera de modo alguno inmotivado. Podemos suponer que Griffin había cogido la barra de hierro, efectivamente, como arma de agresión, pero sin la premeditada intención de utilizarla para asesinar. Es posible que Wicksteed se cruzara en su camino y viera la barra moviéndose en el aire de un modo inexplicable. Sin pensar para nada en el Hombre Invisible —porque Port Burdock está a diez millas de distancia— debió de perseguirla. Es perfectamente concebible que ni siquiera hubiera oído hablar del Hombre Invisible. Podemos imaginarnos, pues, al Hombre Invisible, alejándose sin ruido para evitar que su presencia en el vecindario fuera descubierta, y a Wicksteed, excitado y curioso, persiguiendo aquel objeto extrañamente móvil, y atacándolo por último.