Si se elimina la idea del pecado original y la necesidad de la salvación, ¿qué quiere decir educar? Si eliminas el infierno y el paraíso —considerados como rollos ridículos para mujeres ignorantes por todos los intelectuales, salvo Camillo Langone[80]—, ¿para qué conquistar la eternidad?, ¿para seguir siendo una partícula que flota contenta, según las nuevas modas teológicas?