Puede que fuera por el vino que corría por sus venas, pero por un momento Evangeline no se sintió como si estuviera en un salón de baile; se sintió como si estuviera rodeada de historias, de relatos de amor y tragedias y cuentos con finales que se habían perdido en el tiempo. Y, de repente, sus preocupaciones también parecieron perderse, arrastradas por la sensación de que su vida era una de esas historias. Lo había sabido vagamente, pero la enormidad de aquella idea no la había golpeado hasta entonces.