bookmate game
es
Books
Sam Shepard

Crónicas de motel

  • Marcia Ramoshas quoted10 months ago
    Lo «hacemos» sin parar desde Winnemucca hasta cruzar por completo el Desierto del Great Salt Lake. Se parece mucho a cruzar el océano de noche. Un tren marino. Por la ventana, el brillo blanco de la sal.
  • Marcia Ramoshas quoted10 months ago
    De una cosa pasamos a la siguiente y acabamos en su compartimento. No tiene más de quince años, pienso yo todo el rato. Yo solo tengo diecinueve. Quince y diecinueve. Esto significa que cuando yo tenía cuatro años ella no existía.
  • Marcia Ramoshas quoted10 months ago
    Nos pasamos el día entero en Tijuana esperando a que aquel tipo revelara las fotos que nos sacó para la documentación falsificada. Era un hombrecillo hosco y silencioso que llevaba un manchado jersey gris.
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast year
    me encontré con la doble de la Estrella
    al abrirse hacia los lados las puertas del ascensor
    y yo salía
    y ella entraba
    a las cuatro de la madrugada
    y vi que estaba absolutamente pirada
    le pregunté qué había tomado
    dijo 6 Valium y Vino Blanco
    porque hoy era el último día de rodaje
    y le pareció que había que celebrarlo
    jodiendo con algún tío del equipo
    y colocándose
    porque este era su pueblo
    y ella iba a quedarse
    mientras nosotros nos íbamos
    y la tortura de no ser más que una doble
    dejada atrás
    en un pueblo en el que le dolía haber nacido
    estaba destrozándola ahora
    de verdad
    y eso hizo que volviera a avergonzarme
    de trabajar como actor en una película
    y provocar ilusiones tan estúpidas
    de modo que me la llevé a mi habitación
    sin planes respecto a su cuerpo
    y ella se sintió desesperadamente decepcionada
    intentó arrojarse por la ventana
    y le dije que no valía la pena
    no es más que una película estúpida
    no tan estúpida, dijo ella, como la vida
    1/11/81
    Seattle, Wa.
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast year
    Conocí a un guitarrista que decía que la radio era su «amiga». Se sentía emparentado no tanto con la música como con la voz de la radio. Su carácter sintético. Su voz, que no había que confundir con las voces que salían de ella. Su capacidad para transmitir la ilusión de personas a grandes distancias. Dormía con la radio. Creía en un Lejano País de la Radio. Creía que jamás encontraría ese país, de modo que se conformaba con limitarse a escucharlo. Creía que había sido expulsado del País de la Radio y estaba condenado a rondar eternamente por las ondas, buscando una emisora mágica que le devolvería la herencia perdida.
    22/12/79
    Homestead Valley, Ca.
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast year
    Conectó la TV. Un Predicador predicaba con lenguaje de signos para sordomudos. Se fijó en que el signo que significaba «Jesús» consistía en golpear alternativamente las palmas de una y otra mano con el dedo corazón, denotando los clavos de la crucifixión. Bajó el volumen y estuvo fijándose en las manos del Predicador. Tuvo la sensación de que el lenguaje saltaba al interior de la habitación. («Y ninguno de sus huesos será quebrado.»)
    Se quedó dormido en la ducha, de pie. Soñó en un hombre al que había conocido de pequeño. Atado a un sicomoro. Quemado sin motivo alguno. Al árbol le quedó una hendedura negra que finalmente se cerró, y no quedó más huella que la rosada corteza. Tan limpia como el mentón de un bebé. Cuando despertó todavía podía ver a aquel hombre. Pensó que llovía sobre su cabeza. Y el hombre flotaba. Y las cenizas del cadáver de aquel hombre goteaban por su cara.
    («Y ninguno de sus huesos será quebrado.»)
    3/79
    Plains, Texas
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast year
    Tomó la habitación más cara sin preocuparse de si valía lo que pedían por ella. La habitación tenía un olor sintético que le pareció imposible de identificar. Quizá fuera el de la espuma seca de las alfombras. Las paredes estaban forradas de terciopelo rojo. La colcha era de terciopelo rojo. Las sillas estaban tapizadas de terciopelo rojo. La alfombra era de terciopelo rojo. El lavabo era rojo. Las cortinas eran rojas. Todos los rojos eran el mismo rojo. No había ningún rojo más rojo que los otros rojos, ni menos rojo que su vecino. La habitación era una roja venganza de terciopelo. Se instaló en ella como si estuviera en su casa.
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast year
    hubo una época en que Mamá llevaba un 45
    yo en una cadera
    la pistola en la otra
    vivía en una comunidad de mujeres
    esposas de pilotos
    cabañas metálicas prefabricadas
    llovía constantemente
    las esposas estaban inquietas
    sin sus maridos
    la selva estaba infestada de japoneses
    que robaban la colada de los alambres
    las mujeres disparaban a la menor provocación
    a veces contra la sombra de otra mujer
    a mi Mamá y a mí nos dispararon una vez
    fue su mejor amiga
    las balas dejaron grandes agujeros mellados
    en las paredes de hojalata
    más adelante encontré una calavera de japonés
    junto al depósito de agua
    las hormigas salían
    de un agujero de bala
    justo en la sien
    26/12/81
    Homestead Valley, Ca.
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast year
    3’30 de la madrugada
    ¿Es un gallo
    o una mujer que grita a lo lejos?
    ¿está negro el cielo
    o a punto de ponerse azul oscuro?
    ¿Es una habitación de motel o la casa de alguien?
    ¿Está mi cuerpo vivo o muerto?
    ¿Estoy en Texas
    o en Berlín Occidental?
    Y de todos modos, ¿qué hora es?
    ¿hay algún pensamiento que sea mi aliado?
    Rezo pidiendo que se suspenda todo pensar
    Absoluta suspensión espacio en blanco
    quiero ir por la carretera sin pensar en nada
    solo una vez
    No estoy suplicando
    No me pongo de rodillas
    No estoy en condiciones de pelear
    9/12/80
    Fredericksburg, Texas
  • Pamela Ipinza Mayorhas quotedlast year
    Por algún extraño motivo, la carretera parecía especialmente traicionera. Especialmente elevada. Terraplenada de un modo extraño, recordaba más bien a una pista de despegue para pequeños aviones. Las casas de campo parecían extrañamente desplazadas. Como si fueran más bien propias de la zona residencial de una ciudad, o como si sus propietarios hubiesen deseado que parecieran casas de zona residencial.
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)