La cabeza de mi padre

Unir los pedazos. Integración.

La vida es una jornada de batallas campales para juntar nuestras partes, de eso se trata el viaje que todas y todos hacemos. Todos los pedazos escogen el mismo camino, todos vuelven. De ti me acuerdo, abuela.

Que mi abuela, como todas las abuelas, ha visto al mundo cuando da la vuelta completa más de una vez y que por eso sabe lo que va a pasar y conoce los hitos de las repeticiones incesantes.

Por eso es que las abuelas son la literatura del mundo.

Hacerse adulto implica cometer una larga lista de asesinatos psicológicos: hay que dar muerte a parejas, amigos, creencias de origen. Es un recorrido ineludible pero no por ello menos doloroso.

Y me tatúo para que cuando yo desaparezca, me acompañen en el viaje de la descomposición de la carne, para saber que somos uno. Otra liturgia personal, otra herejía.

Anatema.

Los padres queman.

A mí me parecía una ironía finísima que quienes buscan ser madres por vía de la adopción deban pasar tal escrutinio mientras que la maternidad biológica es incuestionable, tan promovida y adorada socialmente, que el aborto sigue siendo castigado.

Si quieres ser madre por adopción, estás a prueba y serás siempre observada.

Si no quieres ser madre biológica y abortas, serás siempre señalada.

Si eres madre biológica, debes inmolarte hasta lograr la canonización.

Opinión, ninguna gana; cuánta razón tenía Juana Inés.

No sé de qué depende la fortaleza de espíritu, no sé dónde radica la resistencia del alma, no entiendo por qué hay tragedias que reducen a estados miserables a algunas personas mientras que otras se imponen a ellas y no sólo las superan, sino que las transforman en estados luminosos.

Las familias pueden callar por siglos y convertir en rupturas, ausencias, depresiones, trastornos de ansiedad, artritis degenerativas, obesidades mórbidas o guerras mundiales el pacto de silencio sobre el que dos apellidos firman y se unen “hasta que la muerte los separe”. Escalofriante sentencia porque la promesa no es de amor, sino de destrucción.

Todas las familias tenemos un pilar en el silencio.

Hay niveles de dolor para los que no hay sitio en mi razón,

Hay niveles de dolor que no comprendo. No entiendo el azar del dolor cuando se concentra en un solo cuerpo. Hay sucesos que rebasan mi capacidad de razonamiento.

la memoria es como un perro callejero que no obedece reglas y hace exactamente lo que le viene en gana sin aceptar adiestramientos