—Quererte ha sido una constante durante más de la mitad de mi vida. Pero ¿sentirme querido por ti? Es un puto milagro. Tú, duendecilla, eres mi puto milagro.
Sloane inhaló de forma temblorosa y sacudió la cabeza.
—No estoy preparada mentalmente para esto, Lucian —susurró.
—Sí, sí lo estás. Y yo también. Cásate conmigo, Sloane.
Se llevó las manos a los ojos sin dejar de sacudir la cabeza.
—¿Qué? —graznó.
—Ya me has oído. Me arrodillaría, pero no sé si ahora mismo sería capaz de volver a levantarme. Cásate conmigo. Sé mi esposa. Recuérdame cada día que soy mejor de lo que pienso. Enséñame lo que es que me quieras. Porque es lo que siempre he querido: ser lo bastante bueno para ti.