Mierda. Cuando me miraba de esa manera, cuando su voz se volvía ronca y jadeante, estaba perdido. Entre nosotros no había solo una atracción física. Por supuesto que me habían atraído las mujeres antes, pero con Hanna había algo más, una química en la sangre, algo entre los dos que hacía clic y encajaba, que me hacía querer siempre un poco más. Si ella me ofrecía su amistad, yo quería su cuerpo. Si me ofrecía su cuerpo, quería secuestrar sus pensamientos. Si me ofrecía sus pensamientos, quería su corazón