Si es Caracas, sólo le viene el ruido sordo, retumbando, de la tierra abriéndose, la peste de los cadáveres quemados en las calles y los gritos del gentío la noche de lamentos, cuando las casas se derrumbaron. Si es la guerra, de los hombres que dejó ir, tres hermanos y un marido, no le quedan más que héroes. Si es su fortuna, bajo las faldas toca su faltriquera en la que lleva ochenta pesos de plata macuquina, una cadena de oro y un alfiler de topacio. Si es la casa, un patio abandonado en el que deben estar entrando las culebras, y unas ventanas cerradas. Trata de ir más allá, de sondear otras imágenes, y piensa en su madre tocando la guita