Llenaban las carreteras, que ya estaban demasiado deterioradas para darles cabida, y sólo podían alimentarse saqueando y robando tiendas, almacenes y granjas a lo largo del camino. En un país en el que los sistemas administrativos se habían venido abajo, la policía local había sido asesinada o encarcelada, en el que no existía alojamiento, y donde los alimentos ya no se distribuían, representaban una carga intolerable y una amenaza insoportable para el estado de derecho.