Contribuye de una forma notoria a esta percepción de la realidad y a la propia construcción del conocimiento el hecho de agrupar a la diversidad humana en sustantivos masculinos —el hombre— utilizando un lenguaje que, en esta ocasión, servirá para ocultar y deformar la realidad (MARTÍN CASARES, 2008).
Pero la crítica al androcentrismo es mucho más que la crítica a la percepción masculina sobre el conocimiento, porque lo masculino se apropia de todo lo genéricamente humano y las mujeres tenemos que transexuarnos para ser simplemente humanas (AMORÓS, 1997).
“La denuncia de esta maniobra es, justamente, la crítica al androcentrismo, a la operación de aquella parte de la especie que, metonímicamente, se ha hecho pasar por el todo y, metafóricamente, se ha autoinstituido, sin que se le diese ese mandato, en representante de lo más definitorio de lo humano, irreductiblemente humano”.