Rabia somos todas

Estados Unidos, la ira de los hombres blancos suele representarse como algo comprensible e incluso patriótico, mientras que la de los hombres negros suele asociarse con la criminalidad, y la de las mujeres negras, con la amenaza. En el mundo occidental, el foco de atención de este libro, la rabia en las mujeres se ha asociado a lo largo de la historia con “locura”.

Nuestros sentimientos son el camino más genuino hacia la sabiduría.

AUDRE LORDE

A las mujeres se les considera personas más emocionales que a los hombres, pero esta misma descripción se utiliza para subestimarlas sin razón. En este entorno, un hombre, un pensador, puede tener sentimientos, pero una mujer, alguien que siente, es sentimental. Por parafrasear un estudio, si un hombre se enoja, está teniendo un mal día; si una mujer se enoja, es una perra iracunda.

La mayoría de los hombres, me parece, nunca aprende (o al menos no desde niños) a discernir cuán diferentes son sus experiencias a las de las niñas y mujeres que los rodean. Ellos creen que la violación es un “instante”; un episodio discreto con principio, nudo y desenlace. Pero para las mujeres, la violación se traduce en miles de momentos que doblamos en nuestro interior por el resto de nuestra vida.

Nos importa de muchas maneras, pero, para que la maternidad de verdad sea digna, compasiva, resuelta y satisfactoria, debe existir el derecho de la mujer a elegir con libertad si quiere ser madre. Por desgracia, el mundo en el que vivimos no es así.

La suposición de que el dolor menstrual no es “real”, “malo”, ni incapacitante se refleja en la falta casi total de investigaciones serias al respecto. Una de cada cinco mujeres padece cólicos menstruales tan severos que interfieren con su vida cotidiana

La rabia se convirtió en una capa más de mi piel.

Aquí estoy.
Ésta es mi boca.
Ésta es mi voz.
No puedes silenciarme.

No podemos exagerar la importancia y la visibilidad del enojo colectivo de las mujeres. Este enojo requiere determinación, trabajo y cuidado. Implica respetar nuestro propio enojo y estar dispuestas a respetar el enojo de las demás.

Porque, mientras que hombres y mujeres experimentamos la ira del mismo modo, hay marcadísimas diferencias en la forma en que respondemos a esas emociones y en las que las percibe la gente a nuestro alrededor.