Escogiste el collar de perlas,
¿recuerdas?
El de colores pastel,
me lo pediste prestado
una y otra vez.
Te lo pusiste colgado
y me dijiste:
“¿Ya ves?”.
“Adelina, es prestado”,
te recordé.
Y entonces, me respondiste,
con tu carita de duende
que siempre sabe qué hacer:
“Por eso, ¿no ves?,
cuando lo quieras prestado,
¡me lo pides otra vez!”.