Que explote todo

Si una espera que el mundo cambie, también debiera aceptar que se transforme su propio pensamiento.

Me vuela la cabeza cómo funcionan las relaciones humanas. Trato de entenderlas, de revisarme a mí misma. Creo que la política es aprender a convivir cagándola lo menos posible

Una reproduce lo que ve y en esa casa vi a mujeres que trabajaban para ser autónomas económicamente. Pero también vi la naturalización de la organización doméstica y de la crianza como responsabilidad femenina. Las mujeres siempre se quedan con las guaguas. Y eso no es instinto maternal, es una carga política, un privilegio masculino

El capitalismo no sólo explota la tierra, también explota los cuerpos de las mujeres como objetos de consumo. En todos lados se trafican nuestros cuerpos. Para vender cervezas, celulares o películas. Son usados entre amigos para validarse entre ellos como machos. Y así, una y otra vez, en público y en privado, nos reproducen primero como objetos y después, muy después, como sujetos.

“¿Cuáles son tus escritores favoritos?”. Al principio empecé a responder feliz: Bolaño, Zambra, Cortázar, Irving, Kerouac, Cervantes, Orwell, en fin, tiré como veinte. De repente noté que eran todos hombres. Me paré del computador y me puse a revisar el librero. Mierda, pensé, casi todos mis libros son de autores hombres.

Colecciono varias cosas: junto esas monedas de diez pesos en las que sale el ángel de la liberación de Pinochet (numismática se llama el ejercicio de coleccionar monedas), guardo citas de libros (ése se llama florilegio) y también voy anotando espacios en los que las mujeres están excluidas. Nunca pensé que mi librero sería objeto de mi propia colección

Hay gente que dice que si marchar sirviera de algo, estaría prohibido

Ojalá pudiera hacerle sentir a alguien eso que yo siento con los libros que me gustan más

A veces leo a Ernest Hemingway, a Svetlana Aléxievich, a Virgine Despentes, a Anne Carson, a Carlos Droguett, a Amélie Nothomb o a Julián Herbert y tengo que parar porque no puedo soportar el nivel de las cosas que escriben. No puedo creer la lucidez, la sabiduría, la sencillez para decir verdades tan máximas con palabras tan comunes. Subrayo esas frases con lápiz mina, para volver rápido a ellas cuando las necesite, y aprieto los libros contra mí, porque me desborda tanta belleza

Escribir me parece espantoso, pero leer es tan placentero como comer, dormir o tirar

Lo que nos hace de izquierda es el convencimiento tenaz de que todas las personas somos iguales. Igualdad no como semejanza, sino como abolición de jerarquías