El juego de Ender

Usted tiene el alma de piedra, coronel Graff, pero yo canto a las piedras con la misma facilidad que a otros cantores

decisión real es inevitable; si uno de nosotros ha de ser destruido, asegurémonos de que somos nosotros los que quedamos vivos.

—El problema con las monedas es que cuando una cara está boca arriba, la otra está boca abajo.

si no eres capaz de matar entonces siempre estás sometido a los que sí son capaces, y nada ni nadie te salvará.

se lo vamos a poner muy difícil.
—Claro que sí. Es nuestro trabajo. Somos los brujos malvados. Prometemos golosinas pero nos comemos vivos a esos pequeños desgraciados.

en el momento en que le entiendo lo suficientemente bien como para derrotarle, entonces, en ese preciso instante, también le quiero.

Los seres humanos son todos instrumentos, que los demás usan para que podamos sobrevivir todos.

«No soy un asesino —se dijo Ender en voz baja una y otra vez—. Diga lo que diga, no soy un asesino. No lo soy. Tenía que defenderme. Le aguanté mucho tiempo. Tuve paciencia. No soy lo que ha dicho.»

«No sé qué responder. Diga lo que diga, empeorará las cosas. También las empeorará no decir nada.»

Algunas veces las mentiras eran más de fiar que las verdades.