Latinoamérica es bidimensional, está como en un túnel, dentro del cual es posible el movimiento de izquierda a derecha o de delante hacia atrás, pero no es posible mirar ni hacia arriba ni hacia abajo; por tanto, no es posible imaginar ni pensar que pueda existir algo por encima. Tampoco por debajo. Por esa razón el pensamiento latinoamericano está condicionado, encajonado, sumido en una visión bidimensional, donde las referencias mentales, como las líneas aéreas, se dirigen masivamente a Estados Unidos y, cuando se busca algo diferente, se mira a ciertos países europeos, pero casi siempre desde una visión bidimensional, que lleva a copiar o a trasladar mecánicamente, como se ha hecho desde el siglo XIX, categorías, esquemas y valores a la región, sin terminar de asumir que, por más herencia europea que se tenga, Latinoamérica no es Europa y, mucho menos, podrá ser un equivalente de Estados Unidos.