El cuento, al igual que la novela, es la región más pantanosa de la literatura. En él todo es posible: las audacias, las extravagancias e incluso la mofa del lector. Sin embargo, hay ciertos elementos impostergables: personajes, tiempo y espacio. Al trabar contacto unos con otros, los personajes hacen posible la sintaxis de la ficción. El tiempo, al transcurrir, propicia el desarrollo de la historia y la trama. El espacio permite ubicar el mundo en que se mueven, piensan y sienten las criaturas. Se puede decir que el cuento es como la línea recta, la distancia más corta entre dos puntos: la presentación de un hecho, de un problema, y su feliz o triste desenlace.
Los cuentos de Efrén Hernández postergan o anulan tales elementos.