«No es algo de lo que estar orgullosos —dice Oddny, con una sonrisa—, pero el caso es que los islandeses no se aferran a relaciones que van mal. Se van». Y el motivo por el que pueden hacerlo es que la sociedad, empezando por los padres, no les estigmatiza. El incentivo de «permanecer juntos por los niños» no existe. Los niños van a estar estupendamente porque toda la familia se unirá a su alrededor, y lo más probable es que los padres sigan teniendo una relación civilizada, basada en la decisión, normalmente automática, de que la custodia de los hijos va a ser compartida.