Eleanor Oliphant está perfectamente

Siempre me he enorgullecido de valerme por mí misma. Soy una superviviente solitaria: soy Eleanor Oliphant. No necesito a nadie: no hay un gran vacío en mi vida, no falta ninguna pieza en mi puzle particular. Soy una entidad autosuficiente. Al menos, eso me he dicho siempre. Hasta que anoche conocí al amor de mi vida. Lo supe sin más en cuanto lo vi salir al escenario.

La soledad es acumulativa, se extiende y se perpetúa por sí sola. Una vez que se incrusta, cuesta un mundo desahuciarla.

Me di cuenta de que esos pequeños detalles —igual que su madre me había hecho una taza de té después de comer sin preguntar y había recordado que no tomaba azúcar, o como cuando Laura puso dos galletitas en el platito del café que me trajo en la peluquería—, ese tipo de cosas, pueden significar mucho

Me quedé mirando por la ventana. La gente estaba comprando, hablando por el móvil, empujando carritos. El mundo seguía a lo suyo, ajeno a lo que pasaba. Así son las cosas

¿Mi contraseña? Por supuesto. Tres palabras: «Ignis aurum probat», «El fuego prueba el oro». El resto de la frase era: «La miseria, a los hombres fuertes». Cuán cierto. Una contraseña segura, muy segura, tal y como exige el sistema operativo. Gracias, Séneca

Me acordé de las sesiones de terapia, de lo que habíamos hablado sobre pensar las cosas racionalmente, reconocer patrones de conducta que no me ayudaban y tener la valentía suficiente para hacer

Me acordé de las sesiones de terapia, de lo que habíamos hablado sobre pensar las cosas racionalmente, reconocer patrones de conducta que no me ayudaban y tener la valentía suficiente para hacer las cosas de forma distinta

Había bebido más de la cuenta porque había sentido demasiado dolor y solo desparecía bajándolo con vodka. Un método sencillo, la verdad

había deducido que muchas veces el éxito social se basa en fingir un mínimo

Yo no conocía al hombre que estaba ante mí en el escenario, no sabía absolutamente nada de él