Liz Brady había vuelto a Ravensport, Wisconsin, a sus raíces… y a Clay Stewart, a quien amaba desde hacía años. En esta ocasión estaba decidida a demostrarle que ya no era la niña inocente a la que solía proteger. Clay ya había notado que Liz había madurado. Ahora era una dama, y las damas deben estar en pedestales. No se relacionan con tipos de dudosa reputación, sobre todo con los que dirigen un motel con no muy buena fama. Pero Clay no había contado con la determinación de Liz… ni con el poder de su amor por ella…