Aristóteles situaba las emociones dentro de la mente, la cual, a su vez, dividía en cognición, emoción y voluntad. Descartes creó la dualidad entre mente y cuerpo, en la que separaba el raciocinio como una característica exclusiva y excluyente del ser humano respecto a los animales, aunque reconocía que las emociones eran compartidas por ambos.