«todos los profetas armados han vencido y los desarmados han sido destruidos», es en verdad una observación realista. Lo que puede ponerse en duda es que la distinción entre el profeta armado y el desarmado, y la diferencia entre vencer y ser destruido, sean siempre tan claras como le parecían al autor de El Príncipe. En las páginas que siguen, vemos primero a Trotsky venciendo sin armas en la revolución más grande de nuestra era. Después lo vemos armado, victorioso, y agobiado bajo el peso de su armadura: el capítulo que lo presenta en la cúspide misma del poder lleva el título de «Derrota en la victoria». Y cuando a continuación contemplemos al Profeta Desarmado, se nos planteará la interrogante de si no hubo un poderoso elemento de victoria oculto en su derrota.