Rampling Gate: ¡era tan real para nosotros en aquellas viejas pinturas, alzándose como un castillo de hadas por encima del bosque oscuro que lo rodeaba! Una mole de piedra rematada en tejados de caballete y chimeneas, entre dos inmensos torreones; paredes de piedra gris cubiertas de hiedra, ventanas que reflejaban las nubes huidizas. Pero ¿por qué papá nunca fue allí? ¿Por qué nunca nos llevó? ¿Y por qué en su lecho de muerte, en los meses sombríos que siguieron al fallecimiento de mamá, dijo a mi hermano Richard que Rampling Gate había de ser destruido piedra por piedra? Ramplíng Gate, que siempre había pertenecido a los Rampling; Ramplíng Gate, que había subsistido impávido más de cuatrocientos años.