Pequeñas desgracias sin importancia

Es el principio de mi cura. Porque para sobrevivir a algo primero hay que saber a qué hemos sobrevivido.

No tiene que pasar nada emocionante para ser vida

No puedes matar a tu hermana. No puedes hacer nada por ella salvo lo que estás haciendo ahora. Le dije que ahora mismo no estaba haciendo nada por ella y él me contestó que estaba allí, que era lo importante. ¿

guardándose el miedo para sus adentros. Cu

Comprendí que el concepto «todo bien» era relativo y que en el contexto de nuestra vida actual mi madre tenía razón, no pasaba nada de nada, todo perfecto

explicó entonces que su soledad era algo visceral, un saco de piedras que llevaba de una habitación a otra, de una ciudad a la siguiente.

Siempre le ha encantado utilizar rimbombantes palabras francesas para describir la inmundicia, quizá en un intento por equilibrar un poco las cosas, por sacarle brillo a la agonía hasta que reluzca como la estrella polar, la luz que guía a mi hermana y posiblemente su auténtico hogar.

Mi madre tiene una fe absoluta en que siempre la rescatarán con vida, sea como sea, de una forma u otra.

Y la perdonas?, le pregunté.
Esa no es la cuestión. No necesita que la perdonen. No ha cometido ningún pecado.

Era la primera vez que expresábamos de algún modo nuestro principal problema. Ella quería morir y yo quería que viviera y éramos enemigas que se querían.