Se me ocurre ahora que quizá también tú me engañabas, pero que no podías hacerlo sin sentirte culpable, de manera que pusiste toda la culpa de mí, como otros colocan su basura en la puerta del vecino: fue un mal negocio, Beatriz; a costa de sentirte limpia destruiste un proyecto amoroso digno de haber durado toda la vida.