Por qué la Reforma aún importa

Iglesia Católica describe el convertirse en sacerdote como “tomar las órdenes sagradas” y sigue haciéndolo. Lutero adoptó este lenguaje y lo alteró. “Las verdaderas santas órdenes y fundamentos piadosos establecidos por Dios son estos tres: el oficio sacerdotal, la familia y el gobierno civil”.

lugar de ofrecer a Cristo de nuevo en la Misa para garantizar la gracia de Dios, los sacerdotes protestantes se ofrecen en respuesta a la misericordia de Dios (Ro. 12:1). No estamos asegurando el favor de Dios por medio de una repetición del sacrificio de Cristo. Estamos respondiendo al favor de Dios en Cristo por medio de la ofrenda de nuestras vidas en gratitud

nos ha hecho un cuerpo o, usando una imagen que gustaba mucho a Lutero, “un pastel”, y nuestra unidad se manifiesta en nuestro amor mutuo. Lutero describe la iglesia como communio

evitar desórdenes entre el pueblo de Dios, las iglesias escogerán normalmente unas pocas personas para dirigir estos asuntos, pero “en tiempo de emergencia cada uno puede emplearlas como estime oportuno”.

La Iglesia Católica se dividía en dos clases: clérigos y laicos. Lutero abolió esta distinción. Un cristiano se convierte en sacerdote en su bautismo. Lutero destaca que en el Antiguo Testamento los sacerdotes no se escogían, sino que nacían. Solo podían serlo los que pertenecían a la familia sacerdotal. Él sostiene que ocurre lo mismo en el Nuevo Testamento. Nos convertimos en sacerdotes cuando nacemos de nuevo. Por tanto, “todos los cristianos son sacerdotes, y todos los sacerdotes son cristianos”.

Lutero enumera siete obligaciones sacerdotales: “Principalmente, las funciones de un sacerdote son estas: enseñar, predicar y proclamar la Palabra de Dios, bautizar, consagrar o administrar la Eucaristía, atar y desatar pecados, orar por los demás, sacrificarse y juzgar toda doctrina y espíritu”.

en vez de buenas obras hechas para Dios, que nos sacan de este mundo (ejercicios espirituales, vida monacal, votos de celibato y pobreza), el evangelio nos empuja de vuelta al mundo para servir a los demás en amor

Llegamos a la conclusión, por tanto, de que un cristiano no vive en sí mismo, sino en Cristo y en su prójimo. De lo contrario, no es un cristiano. Este vive en Cristo por medio de la fe, en su prójimo por medio del amor. Por fe es llevado más allá de sí hasta Dios. Por amor desciende más abajo de sí hasta su prójimo.

Anteriormente, servíamos a Dios porque pensábamos que eso llevaría a nuestra salvación, era un servicio egoísta. Ahora servimos con un “amor ilimitado”.

El hombre... no necesita ninguna de estas cosas para su justicia y salvación. Por tanto, su pensamiento debería guiarlo en todas sus obras y tendría que contemplar solamente esto, que puede servir y beneficiar a otros en lo que hace, no considerando nada excepto la necesidad y la ventaja de su prójimo