—Creo que... ¡te aborrezco!
—Yo no te odio... —repuso Giles despacio—. Pero casi quisiera odiarte... Me doy cuenta de que..., no sé nada de ti... que no te conozco...
—Yo siento lo mismo —replicó Molly—. Eres... eres sólo un extraño. Un hombre que miente...
—¿Cuándo te he mentido?
Molly echóse a reír.
—¿Crees que me tragué la historia de que ibas a comprar esa alambrada?... Tú también estuviste en Londres aquel día.
—Supongo que debiste verme. Y no tuviste la suficiente confianza en mí...
—¿Confianza en ti? Nunca volveré a fiarme de nadie...