El peso del verano… Pero como si una pepita del
oro se cambiase en trigo
así mi vida se levantó de la Muerte. Desechó la
grandeza de la Muerte
y retornó al hogar, a las pequeñas cosas del
Amor, a preparar la estufa, a amasar el pan
de cada día; a los llantos del recién nacido, y
a toda la pesantez de la luz
que va configurando nuestros cuerpos y nuestras
almas.
Volví a la juventud, y a la algarabía del verano
que crece en nuestras venas,
y a la vejez, una tarde tranquila.
Un elemento más allá del tiempo, o un clima
nuevo.
Edith Sitwell, Cánticos del Sol de la vida
y de la muerte