Después de que su novio, un hombre que hasta su madre aprobaba para ella, la abandonara dos semanas antes de la boda, Maggie salió huyendo. A ella siempre le había importado muy poco lo que opinaran los demás, y sin embargo se estaba escondiendo. Afortunadamente, sus amigas no tardaron en dejarle las cosas bien claras. Tenía tres alternativas: sentarse y llorar, volver a casa a hacerse cargo de su galería, o ayudarlas a construir una casa para una familia que la necesitaba. Con sólo ver a Maggie, Josh Parker, maestro de obras, supo que se enfrentaba a una delicada señorita. Por mucho que Maggie supiera manejar la sierra circular sin ningún problema y que entre ellos saltaran chispas, seguían siendo muy diferentes. Y si había algo que Josh había aprendido por venir de una familia pobre, era que siempre era mejor desear poco que arriesgarlo todo y perder.