as y coloniales dentro y fuera del continente. Silvia Molloy, al hablar del género fantástico en Latinoamérica, manifiesta:
Llamo la atención, más bien, sobre la frecuente preocupación de este género por la historia de nuestros países y por algunos de sus acontecimientos o de sus figuras más notables. Piénsese que, para reescribir (y desmitificar) la Revolución Mexicana —ficcionalizada una primera vez, de manera realista, en la narrativa de principios de siglo— dos novelas de los años cincuenta y sesenta, Pedro Páramo de Rulfo y Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, recurren a los fantástico. Aura de Fuentes recurre a lo fantástico para descubrir aspectos de la invasión francesa de México; Borges, en más de un texto (“La otra muerte”, “Guayaquil”, el poema “Isidoro Acevedo”), para recorrer la historia argentina; Sábato, en Sobre héroes y tumbas, para revisitar otras represiones dentro de la misma historia; Donoso, en El obsceno pájaro de la noche, para cuestionar la noción de linaje y de una historia fundacional, Cortázar, en “Apocalipsis de Solentiname”, “Segunda vez” y tantos otros relatos; Piglia, en Respiración artificial, para revelar (literalmente, en el cuento de Cortázar) lo que la historia ha hecho desaparecer. (107)