¡París cambia, y todo es, en mi melancolía,
igual! Palacios nuevos, sillares y estructuras,
barrios: para mí, todo se torna alegoría
y pesan más que rocas mis memorias más puras.
Así, ante este Louvre una imagen me oprime:
¡yo pienso en mi gran cisne con su gesto demente, como los exilados, ridículo y sublime,
al que roe un deseo sin tregua! Y va mi mente,
Andrómaca, hacia vos, de los brazos caída
del esposo, vil res que, altivo, Pirro abate,
junto al hoyo vacío, en éxtasis torcida;
¡viuda de Héctor, presa de Heleno en el combate!
Pienso en la negra tísica, que hunde, enflaquecida, en el fango los pies, y ve cómo se esfuma
en la mente el paisaje del África querida
y feraz tras el muro inmenso de la bruma.