Uno de los atributos del performance es la creación de la presencia: hacer presente realidades, experiencias, actantes humanos y no humanos suficientemente vívidos como para conmover, seducir, engañar, ilusionar, encantar, divertir, aterrorizar, sanar, herir. Las prácticas rituales, género performativo por excelencia de la condición humana, despliegan privilegiadamente esa cualidad. El fulgor de la presencia se propone mostrar diversas poéticas de la vida ritual: cómo está integrada por ensamblajes o colectivos; su carácter enfáticamente encarnado y material; sus maneras de multiplicar ontologías; sus formas de re-presentar y hacer mundos por virtud de imágenes, objetos, aisthesis, arte, encantamiento, regímenes materiales de percepción. El libro explora y reflexiona sobre los procesos liminales, tanto de apertura y creatividad, como aquellos dolorosos de liminalidad forzada. Expone una singular antropología de la experiencia y notas para una antropología del performance que colaboren a comprender los pulsos de otros modos de existencia, los relieves del mundo, pero también han de ser reflexivas porque no sólo dicen cosas, sino indagan cómo las dicen y qué hacen al decirlas; qué realidades del otro y de la otra estatuyen, restauran, condenan. Este libro está vinculado con Los lugares de lo político, los desplazamientos del símbolo, publicado también por Gedisa (2014), pero no depende de él.