Durante más de 6 meses he estado conduciendo por aquí regularmente. A este apartamento. A este hombre. Este hombre extraño. Mi nombre no importa, los nombres no son importantes en esta historia.
Tengo 27 años, pelo largo y rubio, que llega casi hasta el fondo en ondas naturales claras, ojos azules, 1,65 m de altura a 48 kg, los pechos un poco pequeños pero firmes con una forma agradable y un fondo firme. Forma de manzana. Si tuviera que decir lo que más me gusta, sería mi trasero.
Sin parecer engreído, pero sé que me veo muy bien. La mayoría de los hombres me catalogarían como una tía buena. Siempre he podido elegir los hombres que me gustan y lo he disfrutado. Nunca he sido elegido, siempre he decidido por mi cuenta qué hombre se permite en mi vida y en mi cama.
Tengo un título en estudios de negocios. Un muy buen trabajo. Un gran marido, guapo, inteligente, buen conversador y en la cama un tierno amante. Cuando tengo sexo con un hombre, no me gusta soltarme y entregarme por completo. Puede sonar tonto para otras mujeres, pero me siento incómoda dejándome llevar delante de un hombre, para llegar al orgasmo.